sábado, 20 de diciembre de 2014

Toca preparar el menú de Navidad. En sus puestos.....




"En los recuerdos de la infancia de un buen cocinero siempre hay una gran cocina, una estufa, una olla a fuego lento y una madre"

Son palabras de Barbara Costikyan, quien ademas de su labor en favor de los enfermos de Parkinson seguro que profesa un amor incondicional a los fogones. La imagen es del sensacional Norman Rockwell y ese pavo que distrae de sus oraciones al embelesado chico, nos recuerda que la Navidad esta a la vuelta de la esquina y que las madres (y algún que otro padre que también los hay) de todos los hogares nos afanaremos en preparar los mejores platos para agasajar a nuestros seres queridos con la ambiciosa intención de lograr un menú inolvidable. Muchos somos los que recordamos platos de nuestra infancia que una vez emprendemos nuestro propio camino y el tiempo pasa, como siempre inexorable, no volvemos a probar, convirtiéndose en nuestro recuerdo en el mejor de los manjares. ¿Cuál será el plato que recordarán de mi mis hijos? ¿Cuál es el que recordáis vosotros de vuestra infancia?

Marian Otero


martes, 16 de diciembre de 2014

El origen de la expresión "que te den morcilla"



Estoy segura de que los amantes de la morcilla somos legión, ya sea como aperitivo, como aderezo de un suculento guiso o simplemente en un delicioso y tentador bocadillo de morcilla. Pero hubo un tiempo en el que el hecho de que te invitaran a comer este suculento embutido era una manera de desearte lo peor, de hecho ha dejado su eco en nuestra forma de hablar hoy en día. Os cuento:

Es muy probable que en medio de una desairada conversación, o simplemente por rechazar algo que te están ofreciendo, la persona que está enfrente de ti te diga contundentemente:
-¡Pues que te den morcilla!
Y tú, sobre todo si te gusta esta deliciosa chacina, digas zanjando la situación:
-Ah, pues vale

Pero lo que no todos saben, al menos yo hasta que lo descubrí, es que esa persona inocentemente o no, te está deseando la muerte. Hace años y debido a la poca higiene que había sobre todo en las calles y aguas de las ciudades, campaba a sus anchas una peligrosa y fácilmente contagiosa enfermedad llamada hidrofobia o "rabia" que era trasmitida por perros y otros animales callejeros como gatos y ratas. Las autoridades de la época, al ver que esta situación se  les convertía en un grave problema de salud pública, llegando incluso al grado de epidemia, decidieron erradicar el peligro dando de comer a estos animales una suerte de morcillas en cuyo interior habían colocado un veneno mortal llamado "estricnina". Ni que decir tiene que la cosa funcionó a las mil maravillas pero como era normal, este cruel procedimiento mataba tanto a enfermos como a sanos y los defensores de los animales, especialmente de los perros, alzaron tanto la voz que consiguieron a finales del siglo XIX, que en los ayuntamientos de las principales ciudades españolas, se crearan las odiosas pero necesarias perreras y de camino la profesión de lacero, controlando así la situación en las calles.

El perrillo que vemos en la foto (obra de Robert Doisneau) posa delante de la leyenda "Attention, Chien mechant" que es como decir: "Cuidado, perro peligroso". Puede que en otros tiempos le hubieran "dado morcilla", pero a ver quién es el guapo que se resiste a su mirada de "perrillo apaleado" y no se enamora de él.

Marian Otero

viernes, 5 de diciembre de 2014

Pequeñas Delicias: Patatas Bravas y Alioli (Por Sergi Arola)




Ingredientes:

Para las patatas confitadas:
700 g de patatas monalisa 
400 g de aceite de oliva suave

Para la salsa brava:
300 g de tomate en rama 
2 dientes de ajo 
2 guindillas de cayena 
5 g de azúcar 
5 g de sal 
10 g de aceite de oliva 

Para el alioli:
1 huevo de gallina 
100 g de aceite de ajo 
100 g de aceite de oliva 
Perejil 
Sal 

Preparación:

Para las patatas confitadas: Hacemos rodajas del mismo tamaño. Con un descorazonador de manzanas, sacamos cilindros de las rodajas. Vaciamos una parte de los cilindros con la ayuda de un sacabolas del tamaño adecuado, las cubrimos de aceite y las confitamos al horno a 100 ºC durante una hora. Reservamos en el mismo aceite y las freímos en el momento que las vayamos a servir. 

Para la salsa brava: Pelamos y despepitamos los tomates.  A continuación doramos los ajos en aceite y fuera del fuego añadimos las cayenas. Echamos los tomates y cocemos a fuego lento hasta que se haga una pasta. Sacamos la cayena y los ajos y pasamos los tomates por un pasapuré. Rectificamos el punto de acidez y de sal. 

Para el alioli: Emulsionamos el huevo con el aceite de ajo y el de oliva al 0,4º como si se hiciera una mahonesa; rectificamos la sal. Por último, picar el perejil para decorar. 

Nota: El "aceite de ajo" se hace triturando el aceite con 3 dientes de ajo y colándolo.

¡Bon appetit!

Marian Otero